Un ejercicio
- Posted by danielrubioserrano
- On noviembre 17, 2016
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El anciano repitió una vez más el Primero de los Ejercicios, sentado en la oscuridad de su tienda.
Índice y anular de la mano izquierda estirados hacia arriba, pulgar de la mano derecha extendido hacia abajo rodeando en el aire un círculo imaginario. Una y otra vez, como una letanía.
Fuera, el rumor de las espadas afilándose rompía el silencio que precede a la batalla, mezclándose con el olor a barrio turbio, a sangre seca, a miedo palpitante.
Brevum Noctem. Así era conocido por el Arca, la tradición que marcaba el rumbo, el saber y la historia de la magia, el Primero de los Ejercicios. El primer hechizo que aprende todo individuo mágico, casi un juego de niños para cualquier Arcano, Bruja o Elfo desde que el mundo es mundo.
Hoy, en la noche del séptimo día, del quinto mes, del octavo año del Sitio de Froy, ya conocido por todos como el Asedio Infinito, el anciano habría de recordar, una vez más, la primera vez que realizó este Ejercicio, que repite con tensón, en silencio, sin pronunciar las palabras que darían poder y efectividad mágica a su movimiento de manos.
Nadie te dice nunca que vas a ser un mago. No hay marca de nacimiento, ni aura extraña, ni tradición familiar que avise a niño de ser Portador de Poder. Más tarde o más temprano, siempre antes de que un hombre sea hombre, antes de que una mujer sea mujer, aparece un Convocante. Una persona que, sin forma definida, sin uniforme, sin grandes fanfarrias o anuncios, te enseña y te muestra cómo realizar el Primero de los Ejercicios. Te enseña a invocar el Brevum Noctem bajo un sol espléndido de medio día.
En la tierra donde el anciano creció, las Lagunas de Prendall, hogar de nieblas perennes, los aldeanos llaman a los raros días de sol como Jornadas de Convoco, cuando las familias aprovechan para comer en las praderas, y descansar a plena luz jugando con los niños.
Uno de aquellos días, tal lejano ya, fue precisamente cuando él aprendió el hechizo que permite ocultar el sol por un momento, cuando una forastera, perteneciente a un grupo de músicos ambulantes que pasaba por la comarca, le enseñó a mover los dedos detrás de un carromato, sorprendida por cómo el niño se enfrentaba a un par de bravucones que la habían tomado con su hermana más pequeña.
Brevum Noctem. Luego supo que la magia no había sido especialmente poderosa, y que la sombra sólo había alcanzado a un par de aldeas de la región además de la suya. Pero todos conocieron pronto quien había sido descubierto como un nuevo Portador –difícil esconder un secreto en las Lagunas de Prendall- y nadie se asustó por el resultado de la más sencillas de la magias, un eclipse artificial, inocuo, de escasa duración, que en nada podía afectar a los humanos.
-Las bestias ya vuelan bajo, Señor- Un soldado abre la tela mugrienta que hace las veces de puerta de la tienda y, en la penumbra, avisa al anciano de que su cometido está por llegar, interrumpiendo sus recuerdos, cesando al fin el ensayo del Ejercicio.
Nadie le dijo –nadie lo sabía- que el Primero de los Ejercicios se transformaría con el tiempo en la más poderosa de las magias, cuando los dragones, que sólo abandonan sus guaridas para volar bajo la luz del sol, volvieran a la tierra.
Nadie le dijo al anciano, un hechicero mediocre, de Corte, Librea Real y educación de princesitas, que tendría que pasar sus años más postreros luchando en la más cruenta de las guerras.
Nadie le dijo tampoco, piensa él con una pena honda y profunda, mientras el amanecer sorprende al campamento, que sería el último mago vivo sobre la faz de la tierra.
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