Puentes de Plata
- Posted by danielrubioserrano
- On diciembre 31, 2019
- 0 Comments
Hay muchas cosas por las que 2019 será recordado como un año de mierda. No caben medias tintas y no lo puedo expresar de otra manera. No quiero expresarlo de otra manera, en realidad.
Estos días he pensado en escribir y valorar las cosas buenas que han traído estos meses, que son muchas y muy buenas. Carmen. Valentina. Ambas comen estupendamente y gozan de buena salud, también sus madres. Es tan rico y variado el arcoiris de personas que me rodea que estas dos niñas habrán de representar la punta del iceberg de todo lo bonito que hemos vivido en 2019. Esto de entrada. Sin embargo, traicionaría el espíritu de la Navidad Presente si tuviera que señalar toda la maraña de sentimientos congelados que hay bajo la superficie del Océano. Y sin embargo el iceberg flota. Se mueve. Avanza.
Connell, el joven protagonista de Gente Normal, la mejor novela que he leído en estos últimos meses, comenta en un párrafo revelador que lo más pasmoso de poder permitirse viajar es descubrir que los lugares que describe el arte que has admirado toda tu vida son reales. Existen. Treinta y cinco años tuve que esperar yo para ver la Torre Eiffel, y pocas cosas en la vida me han emocionado tanto. Nunca, nunca en la vida olvidaré ese atardecer de Enero en el Campo de Marte, y el sabor de la nata montada de un pastel que compramos para merendar mientras el sol, que había hecho caso omiso durante todo el fin de semana, decidió darnos una oportunidad. Y fue grandioso.
Tampoco estaba preparado para Mallorca, y el estado de mental de auténtico paréntesis emocional que la gente suele llamar vacaciones. La playa de Formentor. El verano en esencia. Y esos viajes en coche. Los mallorquines propios y los impostados. Despertar en una cala y no preocuparte por nada, sin más plan que una tostada de sobrasada.El Celler Sa Sini. He estado en muchas islas del Mediterránea, y se que quiero hacerme mayor en Ses Salines.
También fui muy feliz en Lisboa, lo juro, hasta el punto en que le di las gracias de verdad a la DJ que hizo de mi noche un auténtico paraíso del perreo en el Club Posh. No exagero si digo que fue de las mejores noches del año. Y la tarde que pasamos comiendo bifanas con salsa picante frente a la Estación de Rossio.
He estado en Málaga tres veces este año. Estoy a un campero de que en el Pimpi me llamen por mi nombre, y si eso no es alegría que baje Dios y lo vea. En esos viajes aprendí a montar en patinete eléctrico, hice feliz a mi madre y bailamos sevillanas hasta perder fuelle, por ese orden ¿Hay alguna posibilidad de ser infeliz en Málaga? Lo dudo profundamente.
Rosalía, y Santiago -Santiagooo- y ese concierto en el que no se movía nadie, y el chapoteo de la lluvia al caer sobre el verano del Monte Do Gozo. El mágico milagro de la música en el cuerpo de una chica de 26 años que me ha regalado los mejores minutos musicales de este año. Pucho, cabreado por tocar de día, sin entender que en Galicia en Junio el sol es eterno, y por ello dió uno de los conciertos de su vida, como tratando de demostrar que ahí, artistas los canteros del Pórtico de la Gloria y ellos mismos.
Me hicieron feliz, muy feliz los bloody mary del Four Seasons de Trinity Square de Londres, y la compañía. También el ron de la terraza de invierno del Central Club de Bucharest.
Me he aficionado al vino en 2019, porque la cerveza me embota la cabeza y el vino me da alegría aunque la verdad es que este año hemos tenido que beber mucho y el vino da más tregua que la cerveza, o así me lo parece. Godello siempre, como un fiel de un culto privado. Syrah en los Jumilla y en Campo de Borja. Poco tengo que demostrar a mi edad.
De verdad que es un horror, y espero que cambie en 2020 el hecho de que epicentro temático de casi todas las conversaciones adultas sean las series. Es una pena también la cantidad de horas que les hemos dedicado. Eso no quita que haya quedado una ausencia extraña, un vacío absurdo, al decir adiós a personajes como Tyrion, que en mi caso me acompañaban desde hace casi 20 años. Y a veces los echo de menos.
Incluso a eso, a los que echamos de menos, abrillantarán con nosotros el puente de plata que el último día del año nos esforzamos en construir.
Ya os digo que el primer viaje que haré será ir a Dublín. Vamos a necesitar toda la suerte del mundo en 2020, y qué mejor lugar para encontrarla que los arcoiris de Irlanda.
A por ello.
0 Comments